Había una vez una niña que se llamaba Julia, que no tenía ni papá ni mamá y vivía en un orfanato muy bonito con muchos niños y niñas que tampoco tenían papás. Julia se consideraba muy afortunada porque a pesar de no tener papás tenía una gran familia, porque para ella, eso eran sus compañeros. Sin embargo, su felicidad no era completa, ya que a pesar de todo eso no tenía lo principal, el amor de unos padres.
Una bonita mañana de mayo, Julia estaba jugando en el jardín del orfanato cuando la directora la llamó a su despacho.
-Te ha adoptado una familia, Julia. Vendrán a por ti mañana.
Por supuesto, los otros niños no tardaron en enterarse de la buena noticia.
-¡Qué suerte!
-¡Que envidia!
-¡Felicidades, Julia!
-¿Cómo crees que será tu nueva familia?
Julia cruzó los dedos y pidió un deseo: “Espero que sea la mejor familia del mundo.”
Esa noche, Julia no podía dormir de los nervios y pensó en cómo sería la familia perfecta. Imaginó que la adoptaba… ¡una familia de pasteleros!
Si la adoptaba una familia de pasteleros, viviría en una pastelería. Podría pasar el día entre tartas, bollos y bombones. Escribir mensajes de azúcar en las tartas y comer el merengue de los pasteles de merengue. Tendría palmeras de chocolate para desayunar, comer, merendar y cenar.
Sin duda, ¡una familia de pasteleros sería la mejor familia del mundo!
Aunque pensándolo mejor… Como seguía sin poder dormir, Julia volvió a pensar en cómo sería la familia perfecta. Imaginó que la adoptaba… ¡una familia de piratas!
Si la adoptaba una familia de piratas, viviría en un barco pirata. Podría navegar por los siete mares. Pintar banderas de calaveras y huesos y buscar grandes tesoros. Llevaría, un loro en el hombro derecho, un parche en el ojo y una pata de palo.
Sin duda, ¡una familia de piratas sería la mejor familia del mundo!
Aunque pensándolo mejor… Como aún no podía dormir, Julia volvió a pensar en cómo sería la familia perfecta. Imaginó que la adoptaba… ¡una familia de domadores de tigres!
Si la adoptaba una familia de domadores, viviría en un circo. Podría pasar el día jugando con los tigres. Rizar los bigotes de los cachorros y contar las rayas de su pelo. Llevaría un tigre de bengala al colegio para ser la más popular del recreo.
Sin duda, ¡una familia de domadores sería la mejor familia del mundo!
Aunque pensándolo mejor… Como todavía no conciliaba el sueño, Julia volvió a pensar en cómo sería la familia perfecta. Imaginó que la adoptaba… ¡una familia de astronautas!
Si la adoptaba una familia de astronautas, viviría en una nave espacial. Podría visitar todos los planetas. Contaría estrellas para dormirse por las noches.
Sin duda, ¡una familia de astronautas sería la mejor familia del mundo!
Aunque pensándolo mejor… Con sorpresa, Julia miró la ventana y descubrió que ya se había hecho de día. ¡Había pasado la noche entera sin dormir y su nueva familia ya había llegado a buscarla! Los López.
Leonor, la nueva mamá de Julia, es médico. No es pastelera pero, todas las tardes al volver del cole, nunca se olvida de comprarle a Julia una enorme palmera de chocolate para merendar.
Roberto, el nuevo papá de Julia, es bombero. No es un pirata, pero le encanta jugar con Julia a buscar tesoros escondidos en el campo.
Lola, la nueva abuela de Julia, está jubilada. No es domadora de tigres, pero tiene dos gatas, Mika y Dana , que se pasan el día durmiendo en sus brazos y les encantan las sardinas.
Pedro, el nuevo hermano de Julia, estudia en el mismo colegio que ella. No es astronauta, pero ha decorado el techo del dormitorio con estrellas que brillan en la oscuridad para que él y Julia puedan contarlas por la noche antes de dormir.
Y así, bajo el cielo estrellado de su habitación, Julia López por fin pudo dormir y no tuvo que imaginar más.
Había conseguido la mejor familia del mundo y el amor de los padres que tanto deseaba!!
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